AUTOESTIMA: capacidad para sentirse bien consigo mismo y para relacionarse con los demás.
TOMAS EL RATON
Tomás, el ratón no quiere ir a la escuela
porque sus amigos dicen que tiene los dientes grandes y el flequillo
despeinado. Tomás, el ratón no quiere salir a jugar con los ratones del barrio,
ni tiene ganas de hacer los deberes. Tomás el ratón entra en la despensa, mordisquea el queso,
mordisquea la tarta de fresa y se come el chocolate. Luego vendrá mama ratona y
le regañará. Tomás se queda dormido en el sillón.
Al rato llegó la señora Ratona llena de bolsas
y paquetes de la compra y despertó a Tomás:
-
¡Tomás no has hecho los deberes! –
gritó
-
¡Tomás no has salido con tus
amigos!
-
¡Tomás te comiste el queso, y la
tarta de fresa y el chocolate!
Y más enfadada gritó de nuevo:
- ¡Tomás eres un ratón glotón!
- ¡Tomás tienes el flequillo
despeinado.
Evidentemente mamá ratona debía estar muy enfadada porque siempre decía
lo del flequillo cuando se enfadaba mucho.
Tomás el ratón pidió perdón y se puso a hacer sus deberes y cuando
terminó se encaminó hacía la charca, para contarle a su amiga la rana Marcela
lo triste que se encontraba.
Cuando llegó a la charca se encontró a su
amiga la rana Marcela tomando el sol
sobre una piedra en el centro del estanque y cantando una canción de moda al
estilo “croac, croac” más puro. En cuanto vio a Tomás dio un salto y se colocó
al lado de su amigo.
-
¡Hola Tomás! ¿Dónde vas con esa cara tan triste?
-
Contigo Marcela. Estoy muy triste.
Mamá me gritó. No quiero hacer los deberes, no quiero salir a jugar con mis
amigos y no quiero ir a la escuela.
-
¡Vamos Tomás, anímate! Marcela te
quitará las penas. Necesitas un bañito en la charca y cantar una bonita melodía
como las mías.
-
¡No Marcela! Soy un ratón y los
ratones no se bañan en las charcas ni cantan melodías. Creo que seguiré estando
triste para siempre.
Marcela decidió dar un paseo con su amigo por
el parque y andando, croando, saltando y charlando llegaron sin darse cuenta
hasta la casa de la colina. La casa de la colina era la más bonita de la
ciudad, pero también era la más peligrosa para Tomás
-
¡Marcela, volvamos corriendo! Mamá me tiene prohibido acercarme a la casa
de la colina. Don Mostachón es el guardián de esta casa y el gato con peor
genio de la ciudad que se come a los ratones de dos en dos.
-
¡Ay Marcela, pobre de mi
flequillo!
-
¡Ay Marcela, ya no volveré a comer
tarta de fresa, si me apresa Don Mostachón!
-
¡No seas miedoso! – dijo la rana
Marcela. Don Mostachón solo es un gato gruñón, asusta mucho, pero no mata ni
una mosca. Además yo conozco un secreto de Don Mostachón. Si tu quieres el
puede ser un amigo para ti. Podrás pasearte a su lado por la ciudad y ninguno
de los ratones se atreverá a meterse contigo, ni con tu flequillo. Te
convertirás en un importante ratón de ciudad.
-
¿Dónde está el misterio? ¡Cuéntame!
¿Cómo puedo convertirme en su amigo?
-
¡Escucha! A Don Mostachón, le
encanta la música. Podemos construirnos nuestros propios instrumentos y nos
presentaremos ante Don Mostachón a proponerle formar una banda.
Con una caña le preparó la rana Marcela a Tomás una pequeña flauta y con un cascaron
de nuez se construyó Marcela una diminuta bandurria. Con semejantes
instrumentos se presentaron ante la casa de Don Mostachón. Se apostaron delante
de la puerta con sus instrumentos y se pusieron a hacer ruido. ¡Si, si!
Digo ruido porque ruido es lo que
sonaba. Con este espantoso ruido estaban, cuando Don Mostachón salió espantado
con los pelos de punta, vociferando maullidos y bufidos, capaces de asustar a
todos los ratones de la ciudad. Tomás salió corriendo a esconderse, mientras la
rana se quedó esperando hasta que la rana calmó su mal genio
-
¡Qué espantoso ruido estas
haciendo con ese ratón miedoso, al que me comeré para la cena! Dijo Don
Mostachón -
-
Queremos formar una banda de
música. – Contestó la rana –
-
¿Una banda de música? ¡Pero, si no
sabéis nada de música!. Necesitareis muchos meses de ensayo.
A Don Mostachón se le fue pasando el enfado y
dijo:
- Puedes venir con tu amigo el
miedoso todas las tardes; nos reuniremos a partir de las seis en este lugar
hasta conseguir tocar juntos algo decente.
Así lo hicieron durante varios meses.
Mostachón les enseñó con mucha paciencia y con rigor escalas, bemoles, ritmos y
todo lo necesario para convertirse en un buen músico. Según fueron pasando los
meses Tomás fue confiando cada vez más en el gato que terminó convirtiéndose en
su maestro y amigo.
En la escuela los demás ratones no conocían el
secreto de Tomás, pero les extrañó que Tomás se hubiese convertido en uno de
los más adelantados de la clase y que todas las tardes desapareciese
misteriosamente.
Doña Ratona, la madre de Tomás estaba también
impresionada con su hijo que ya no era perezoso ni glotón.
Una mañana de domingo tres personajes muy
curiosos bajaron por la colina y se encaminaron hacía el pueblo. Les acompañaba
una preciosa música que interpretaban y que despertó a todos los habitantes.
Los tres personajes eran nuestros amigos: Mostachón tocando el saxofón, Tomás con su flauta y
Marcela alternando su bandurria con su voz cantarina. Interpretaron canciones
que dejaron a todos boquiabiertos. Así recorrieron todas las calles de la
ciudad y todos descubrieron por fin el secreto de Tomás y comprendieron que Don
Mostachón no era tan fiero como parecía.
Don Mostachón montó una academia de música y
cada domingo una banda cada vez más numerosa recorría las calles de la ciudad,
despertando la admiración y los aplausos de todos los habitantes.
Doña ratona siempre se ponía en primera fila y
señalando a Tomás, decía a sus amigas:
- ¡Mirad! Ese es mi hijo
Tomás, el que lleva el flequillo tan elegante
- y aplaudía llena de emoción.